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Historia de la colección de arte

Historia de la Colección de arte

Setenta

A partir de 1972, por iniciativa del doctor Jorge Molina Moreno, Suramericana comenzó a adquirir obras de arte. La primera obra que ingresó a la Colección fue El caballero Mateo, un óleo de Alejandro Obregón, de 1965; dentro del proceso del artista, ésta es una obra todavía plenamente figurativa pero cargada de una fina sensibilidad poética, que se manifiesta intensamente en la contraposición entre la figura, lograda a partir de brochazos cuidados pero vigorosos, y el fondo, de una economía total y un sentido que solo es posible definir como abstracto. Aunque, tal vez, en un primer momento el asunto de la compra de obras de arte pareció más o menos accidental, vinculado con los negocios propios de la compañía más que con intereses propiamente estéticos, la situación cambia de forma casi vertiginosa en los años inmediatamente siguientes.

Como es apenas natural, las adquisiciones de 1972 tuvieron un carácter inicial, bastante incipiente. En ese momento se destaca la obra Miedo, de Roxana Mejía, en cerámica e incrustaciones, donde se hace patente el triunfo de la artista en su ruptura con una cerámica artesanal, folclórica y “señorera” un adjetivo muy negativo, frecuente en la crítica más virulenta y moderna de la época. Por el contrario, la artista propone un arte entre la figuración y la abstracción, de estructura geométrica pero con intervenciones al límite de un informalismo no intencional. La adquisición de una obra como la de Roxana Mejía estaba respaldada por un indiscutible reconocimiento nacional; en efecto, Ziruma, un trabajo en cerámica, la hizo merecedora de un primer premio en el XVIII Salón de Artistas Colombianos, en 1966. Quizá podría afirmarse, ya desde estos principios, que la Colección de Suramericana ha buscado siempre una cierta seguridad hasta donde eso es posible en un campo como el del arte y no ha pretendido presentarse nunca como una colección de arte experimental o de novísimas tendencias.

A pesar de tratarse de un proyecto que estaba en sus comienzos, en el año de 1973 se realizaron numerosas adquisiciones y, como puede comprobarse con facilidad, muchas de ellas permitieron el ingreso a la Colección de obras de valor sobresaliente que todavía son hitos fundamentales dentro del conjunto de la pinacoteca. No es posible desarrollar aquí un análisis de la Colección completa, pero la referencia a algunas de las adquisiciones de ese año permite descubrir muy claramente la amplitud de los criterios que sirvieron de punto de partida para su configuración y que, como ha sido reconocido en numerosas oportunidades, se debieron sobre todo al doctor Jorge Molina Moreno.

En efecto, en 1973 se adquiere, por ejemplo, Variaciones sobre Cézanne, de Fernando Botero, un óleo de 1963 que ya demuestra el pleno manejo del estilo volumétrico que buscaba desde finales de la década anterior, y, además, consolida su posición figurativa, inclusive con valores vinculables a las poéticas del arte pop. La seguridad del artista para enfrentar las más complejas lecciones de la historia del arte, que aparece aquí en esta relectura de Cézanne, define toda su producción posterior. El grupo de los mayores artistas colombianos de la época se amplía en este momento inicial de la pinacoteca con La cazadora de mariposas, de Enrique Grau, de 1972, una obra que presenta la rica teatralidad y el barroquismo decorativo característicos del artista, que los utiliza para crear el mundo de ensueño y de juego que descubre en él Marta Traba.

La Colección se enriquece a partir de criterios muy amplios, que quizá podrían ser definidos como un poco eclécticos pero que, después de más de treinta años, siguen revelando sus aciertos. En términos generales, en estos primeros años hay una preferencia notable por el arte figurativo, pero éste se entiende y acepta en todas sus posibles variaciones: desde obras próximas a un realismo casi fotográfico, como en el caso de Santiago Cárdenas con su obra Tablero, hasta trabajos como Alas de mariposa, de María Thereza Negreiros, de 1961, donde la referencia figurativa se descubre solo por la insinuación del título, en medio de sensaciones abstractas de color; o la construcción colorista de Jorge Elías Triana en sus Lavanderas guajiras, de 1965. Pero, al mismo tiempo, aparece el fuerte realismo urbano de Saturnino Ramírez con sus figuras de prostitutas, pintadas en 1972; las búsquedas neofigurativas de Antonio Samudio, en Faldas de Monserrate, de 1972; e incluso esa especie de realismo fantástico que determina la obra de Lucy Tejada, por ejemplo, en su Ventana oscura, de 1967. Por otra parte, la obra de Hugo Camandona, Muralla, de 1972, se desarrolla en la relación libre entre arte y realidad; aquí, fragmentos de cuerpos son ejecutados con exactitud casi hiperrealista, repetidos y ordenados hasta formar un conjunto que escapa a cualquier limitación figurativa. Tampoco faltan referencias a realismos arcaizantes y fuertemente expresivos, como el que aparece en la cerámica Momento místico, de Nijole Sivickas.

Tablero

Santiago Cárdenas

Alas de Mariposas

María Thereza Negreiros

Lavanderas guajiras

Jorge Elías Triana

Figuras de Prostitutas

Saturnino Ramírez

Faldas de Monserrate

Antonio Samudio

Ventana Oscura

Lucy Tejada

Murallas

Hugo Camandona

Monumento Místico

Nijole Sivickas

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Y la presentación de la baraja de alternativas de realismo y figuración podría continuar dentro de la amplia lista de estas primeras adquisiciones. Por otra parte, conviene destacar que ya desde este primer momento se dedica una especial atención a los grandes maestros de la historia del arte colombiano y a algunos artistas que buscan seguir sus huellas.

Así, por ejemplo, en 1973 ingresa una de las joyas de la Colección, el Paisaje, de Francisco Antonio Cano, de 1892. En una carta a Juan Luis Mejía Arango, con motivo de la exposición sobre Rodrigo Arenas Betancourt realizada en la Sala de Arte en 1999 y que se transcribe en el catálogo de esa muestra, el doctor Jorge Molina Moreno recuerda aquel Paisaje como: “[…] un pequeño óleo pintado por el Maestro Francisco Antonio Cano que yo compré para la gran Galería en Medellín; creo que por $17.000.oo. Al frente un abuelo y un nietecito o nietecita, sentados al pie de dos vacas ‘orejinegras’ descansando tranquilamente en ‘Otrabanda’ al lado del futuro ‘Gran Centro’ y del monumento a ‘LA VIDA TENTACIÓN DEL HOMBRE INFINITO’. Pero, además de la feliz coincidencia de que se representa aquí el mismo lugar donde setenta años después se levantará la sede de Suramericana en Medellín, vale la pena destacar que se trata de una de las primeras manifestaciones de la pintura de paisaje como género independiente en la historia del arte colombiano, anterior a la creación de la cátedra de paisaje en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Bogotá, en 1894. En años posteriores se enriquece notablemente la presencia de Cano en la pinacoteca. En el mismo ámbito de la pintura de paisaje se ubican algunas obras de Ricardo Gómez Campuzano, compradas para la Colección en 1973, quizá menos logradas que sus trabajos de décadas anteriores.

En todos los casos citados aparece claro que las obras de la Colección se eligen a partir de un gusto amplio y personal, que revela una profunda sensibilidad y conocimiento: no solo se observa con atención lo que ocurre en el arte contemporáneo de entonces (conviene recordar que es la época de las Bienales) sino que, al mismo tiempo, se está abierto a una valoración de la historia. Y la unión de esta doble apertura no era muy frecuente en ese momento. Por eso es posible poner los ojos, simultáneamente, en una obra de fuerte sabor clásico, indudable maestría técnica y sobresaliente manejo de la luz y del color, como las Rosas, de Margarita de Saravia, de 1916: una elección que se basa en la sensibilidad y en la intuición estética y no en argumentos de autoridades críticas, porque se trata de una pintora de la cual todavía hoy se conoce muy poco. Y, junto a una obra tan académica, se adquiere La paloma, de Aníbal Gil, un aguafuerte de 1972 con el cual el artista participó en la III Bienal de Arte de Coltejer de ese mismo año; en ese momento, este era un tipo de obra poco frecuente en Colombia, donde el grabado se había limitado casi siempre a procesos de carácter informativo, no estéticos.

Ochenta

Dolorosa

Ricardo Acevedo Bernal

Dama con Camafeo

Andrés de Santamaría

Campesino Arando

Jesus Maria Zamora

Laguna de Pedropablo

Francisco Antonio Cano

Paisaje

José Restrepo Rivera

Barequera Rubia del Samana

Pedro Nel Gómez

Vista Romana

Eladio Vélez

Río Melendez

Carlos Correa

Las Monjas y el Cardenal

Débora Arango

Paisaje

Ignacio Gómez Jaramillo

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En los años siguientes, ingresan a la Colección obras de los más importantes artistas colombianos; solo a manera de ejemplo pueden citarse, entre otros, a Ricardo Acevedo Bernal, Andrés de Santamaría, José María Zamora, Francisco Antonio Cano, José Restrepo Rivera, Pedro Nel Gómez, Eladio Vélez, Carlos Correa, Débora Arango, Ignacio Gómez Jaramillo, Juan Antonio Roda, Luis Caballero, Manuel Hernández, Rodrigo Callejas, Marta Elena Vélez, Álvaro Barrios, Beatriz González, Luis Fernando Peláez, el Grupo Utopía, Óscar Jaramillo, y muchos representantes de las generaciones más recientes. La Colección se enriquece y se convierte en un proyecto cultural a término indefinido dentro de Suramericana, pero conserva esa multiplicidad de intereses en la cual el criterio fundamental es siempre la convicción de encontrarse frente a obras estéticamente valiosas y significativas en el panorama de nuestras artes plásticas.

Suramericana siempre entendió que existía una relación esencial entre la Sala de Arte y la Colección que se alimenta, de manera natural y predominante en algunos momentos, de los trabajos expuestos en su sede. En este sentido, es necesario insistir en el valor fundamental de la curaduría de las exposiciones y en el mantenimiento de políticas culturales coherentes; la Colección es, en buena medida, el resultado de estos procesos. Por eso, en el transcurso de los años, la Compañía ha recurrido de manera permanente al criterio de expertos en la materia, reconociendo la autoridad profesional en un campo cada vez más complejo. Como resultado de todo ello, la riqueza alcanzada por la Colección de Arte ha permitido el desarrollo de serios procesos de investigación y de proyectos curatoriales que se basan en gran parte en el estudio de la Colección misma.

En 1985 este compromiso se ratifica con la creación de un Comité Cultural integrado por miembros de las Compañías y por expertos externos del sector artístico y educativo del país. Este equipo lidera desde entonces una nutrida agenda de trabajo que se constituye en escenarios culturales de formación para la ciudadanía.

Entre el 27 de agosto y el 18 de septiembre de 1987, se presentó en la Sala de Arte una amplia muestra de la Colección que entonces cumplía quince años. Con motivo de esa exposición, el doctor Nicanor Restrepo Santamaría definió de manera precisa el interés de Suramericana frente a su Colección de Arte, a partir del reconocimiento del compromiso de la empresa frente al desarrollo social, económico y cultural de la comunidad en la cual vive:

Conscientes de lo anterior, La Compañía Suramericana de Seguros S.A. ha querido, a través de los años, involucrarse en la cultura de Antioquia y Colombia a partir de su vinculación con el arte. Es así como siempre hemos apoyado a nuestros artistas y hemos invitado a nuestra ciudad a algunos extranjeros, en ese afán lógico de cumplir el necesario y verdadero intercambio cultural. Y para que ese apoyo fuera cabal, nuestra empresa empezó a adquirir obras de arte desde 1972, reuniendo una apreciable cantidad de piezas en los últimos quince años.

La consecución de esta importante muestra de la plástica no se ha hecho con un criterio museográfico, por cuanto en su mayoría se han adquirido de las expuestas en nuestra galería, donde hemos promovido y concertado encuentros del público con pintores y escultores, exhibiendo obras de diferentes épocas, tendencias y lugares geográficos. Tampoco se ha pensado al adquirirlas en hacer una inversión que aumente el patrimonio económico de Suramericana sino que se ha pretendido apoyar las artes plásticas y destacar la labor del hombre.

En la medida que transcurre el tiempo, crece el interés de los artistas por exponer en nuestra Sala, del público por visitarla y de Suramericana por promover el arte y acrecentar las adquisiciones de la empresa. Vamos tomando conciencia de que hemos adquirido también la responsabilidad de mantener una colección de un valor cultural, que permita reconocer lugares, épocas, técnicas y tendencias del arte.

En el cumplimiento de la labor didáctica que implica la Colección, se publica entonces Arte en Suramericana como un catálogo general diseñado por Alberto Sierra M., en el cual se reproducen las obras, acompañadas de textos críticos de Jesús Gaviria G. sobre cada artista y se anuncia que: “en la medida que Suramericana vaya adquiriendo nuevas piezas, serán editadas hojas adicionales para que el Catálogo tenga el carácter de coleccionable que nos hemos propuesto”.

El propósito didáctico de Arte en Suramericana significa también que la Colección no se entiende como una simple acumulación de objetos artísticos sino como la manifestación de un proyecto cultural que.

Ronny Vayda, John Castles, Martha Elena Vélez, Juan Camilo Uribe. Álvaro Marín, Alberto Sierra, Luis Fernando Peláez, Hugo Zapata

Artistas

Alberto Sierra y Marta Bravo

Ex Integrantes del Comité Cultural

Marta Bravo, Fernando Ojalvo y Alberto Sierra

Ex Integrantes del Comité Cultural

Nicanor Restrepo

En Exposición de Hernando Tejada

Lo Inesperado

Álvaro Barrios

Remero

Beatriz González

Sin Título

Luis Fernando Peláez

Serie Muros de Mies Vander Rohe

Grupo Utopía

Sin Título

Oscar Jaramillo

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Noventa

En 1994, dentro de las celebraciones de los cincuenta años de existencia de la empresa, y paralelo a la realización de dos grandes exposiciones (Cincuenta años de pintura y escultura en Antioquia y Medellín, transformaciones y memoria, 1894–1994), se publicó una nueva versión, en forma de libro, de El arte en Suramericana, que presenta en orden alfabético la referencia de un centenar de artistas con unas ciento cincuenta obras de la Colección. Lo mismo que en la versión de 1987, El arte en Suramericana ofrece una breve referencia biográfica de cada uno de los artistas presentados –realizada por Javier Ignacio Mejía– y textos cortos de análisis y crítica sobre la obra que se reproduce –más abundantes que en la versión anterior, escritos esta vez por Jesús Gaviria, Iván Hernández, Elkin Obregón y Alberto Sierra–; de esta manera, el lector puede ubicar obras y artistas en un marco general de relaciones que irá creando gracias a la lectura y a la observación de las imágenes.

La ordenación alfabética de los artistas descarta de entrada la sensación de que nos movemos en el marco de una compleja historia del arte y, por el contrario, invita a una experiencia estética y a una valoración directa de la obra. A diferencia del recorrido a través de un museo ideal en el cual se reuniera de manera amplia el proceso del arte y que, por tanto, nos presentaría sobre todo las relaciones de las obras entre sí, este libre movimiento en el tiempo y el espacio tiene como resultado fundamental la conciencia de la experiencia estética. Por eso mismo, la estructura de una colección de esta clase resulta tan exigente; mientras que en el marco de la historia del arte y de su consiguiente exhibición es necesario tener en cuenta obras mayores y menores e inclusive las grandes caídas que generaron grandes reacciones, en una colección como la de Suramericana es indispensable buscar, en la medida de lo posible, un criterio general de excelencia.

Dos Mil

Exposición Entresiglos

Jorge Julián Aristizábal, Ana Patricia Palacios y José Fredy Serna

Encuentros

Museo de Antioquia

Arte Colombiano

Museo Marte El Salvador

Encuentro México Colombia

Cecut, Tijuana, México

Trilogía México, Colombia y Argentina

Museo Fortabat, Buenos Aires, Argentina

Trilogía México, Colombia y Uruguay

Museo de Artes Visuales, Montevideo, Uruguay

Trilogía México, Colombia y Uruguay

Museo de Artes Visuales, Montevideo, Uruguay

Trilogía México, Colombia y Uruguay

Museo de Artes Visuales, Montevideo, Uruguay

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Pero, además, es indispensable resaltar que la Colección de Arte de Suramericana no es un hecho aislado sino que corresponde a una manifestación del mecenazgo empresarial en el campo del arte y, en especial, en el de las artes plásticas. La exposición Arte en Compañía, entre noviembre de 1999 y febrero de 2000, reunió, junto a la de Suramericana, las colecciones de arte de Bancolombia, Cadenalco, la Cámara de Comercio de Medellín, el Club Unión, Colcafé, la Compañía Nacional de Chocolates, Coltabaco, Coltejer, Conconcreto, Corfinsura y Fabricato. Aquí aparece la conciencia de que el coleccionismo juega un papel fundamental en el mundo del arte y que, dada su importancia, es necesario que los coleccionistas presenten sus obras ante un público que, de otra manera, no podría conocerlas. De una manera privilegiada, Arte en Compañía expresaba la significación social y cultural del apoyo de un conjunto de grandes empresas nacionales al mundo del arte.

Entre marzo y abril de 2004, dentro de los reconocimientos al doctor Nicanor Restrepo Santamaría con motivo de su retiro de la presidencia Suramericana de Inversiones, se presentaron las adquisiciones de la Colección de Arte durante su presidencia, en la muestra Entresiglos  Colección Suramericana 1984 – 2004. Quizá podría afirmarse que ésta es la mejor síntesis de una historia comprometida con la cultura que cumplía sesenta años, un compromiso que se ratifica de manera expresa y permanente.

En palabras del doctor Gonzalo Pérez Rojas, presidente de Suramericana de Seguros, Vida y Capitalización: La colección y la labor que se exponen constituyen no sólo un material valioso. Son el reflejo de una intensa actividad cultural que integra especialmente un patrimonio artístico cultural, un acumulado social de una compañía que cree en la cultura como fundamento del país.

En este tiempo que muestra el recorrido histórico entre siglos, y entre milenios 1984 – 2004, la Compañía, con un líder a la cabeza que entrega ahora su valiosa gestión, deja constancia de su creencia en el linaje de lo que es el espíritu verdadero. Linaje como cualidad de lo humano que se inserta en clave de ciudad, de región, de país, con los cuales la Empresa tiene un compromiso ineludible: aportar a su construcción permanente.

Reconocer es identificar y dejar constancia de los hechos y de la intencionalidad de la acción: esta exposición al exaltar la creación y el significado de la memoria, espera dar testimonio de ese reconocimiento, sobre todo a quien lo lideró, contribuyendo a consolidar una concepción de Empresa, un compromiso y una creencia en un país.

Paisaje con flores

Jorge González Camarena

Alacena con Palomas

María Izquierdo

Sandías

Rufino Tamayo

Niños almorzando

Diego Rivera

Piernas de Cirquer

Jesús Reyes Ferreira

Arrest

Leonora Carrington

Paisaje con el pico de orizaba

Johann Moritz Rugendas

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En una grata coincidencia de propósitos, tras la adquisición en 2011 de lo que hoy se conoce como SURA Asset Management México, se incorporó a la Organización otra importante colección que incluye artistas mexicanos de gran renombre y que recogen en diferentes estilos artísticos más de cien años de historia de la pintura y la plástica de ese país. El interés en el arte se ve plasmado en exposiciones que se han vuelto clave en la revisión de la historia del arte colombiano y, recientemente, latinoamericano.

Nuestras exposiciones itinerantes recogen las obras que durante años la Compañía ha adquirido tanto en Colombia, como México, y en las que se evidencian los lazos culturales existentes entre ambos países, a partir de una muestra que recopila artistas y movimientos que van desde el siglo XIX hasta la actualidad.

Esta muestra ha estado exhibida en diferentes escenarios culturales (hasta el 2018) en el Museo de Arte Contemporáneo de Panamá, El Museo de Arte de El Salvador, El Centro Cultural Eduardo León Jimenes de Republica Dominicana; además en México en el Museo Dolores Olmedo y el Centro Cultural Tijuana, en Colombia en el Museo de Antioquia y el Museo Nacional de Colombia, en Argentina en el Museo Colección de arte Amalia Lacroze Fortabat y en Uruguay en el Museo Nacional de Artes Visuales.

SURA hoy cuenta con una colección de arte integrada por más de 651 obras colombianas y más de 377 obras mexicanas, entre las que se cuentan esculturas y pinturas de grandes nombres del arte en América Latina.

Para SURA, hablar de cultura es hablar de las experiencias compartidas de una sociedad, de un cúmulo de tradiciones y formas de abordar el mundo, es un encuentro entre ideas, costumbres y expresiones, entre la memoria y el presente que evoluciona, entre los artistas y sus públicos. En el arte y por supuesto en nuestra colección, convergen múltiples expresiones de las comunidades y se consolidan procesos de transformación. Este es, pues, un mundo que despierta nuestra sensibilidad y nos invita a valorar la diversidad, a divulgarla y a crear permanente y continuamente.