• Enrique Grau
  • Flores,1950
  • Óleo /Tela pegada a triplex
  • 29 x 33 cm
  • icono bandera Colombia

Reseña

La mención de honor que recibió Enrique Grau en el Primer Salón de Artistas Colombianos de 1940, cuando contaba apenas 20 años de edad, le permitió viajar a Nueva York, ciudad que vivía entonces uno de los momentos más trascendentales de la vida artística del siglo XX. A raíz del ascenso nazi en Europa, una gran cantidad de artistas, críticos y galeristas europeos de vanguardia se habían instalado en la ciudad que, además, asistía en la primera mitad de la década de los 40 al surgimiento de artistas como Jackson Pollock y sus compañeros del Expresionismo Abstracto. Grau permanece en Nueva York hasta 1943; y aunque no puede decirse que adhiera de inmediato a las corrientes más avanzadas de su tiempo sí es claro que esa experiencia lo lleva a emprender un proceso de constantes transformaciones que en sus primeras etapas se dan en dirección expresionista. Hacia 1950 se mueve hacia propuestas más serenas que revelan ya los valores decorativos que defenderá en toda su obra posterior. Flores es una pintura al óleo que aparece, justamente, en ese contexto en el cual, sin dar la espalda a los valores de la autonomía del arte frente a la representación, Grau mantiene un diálogo de sensibilidad lírica con las apariencias sensibles. Es un tipo de obra donde se despliega una figuración elemental, ya parcialmente geometrizada, que sirve de base, no ya a la mera representación, sino al despliegue de los procesos pictóricos que, en definitiva, es lo que interesa al artista. Nada resulta realista en este caso. La mano que sostiene el ramo de flores está unida al brazo por una curva imposible y el mismo brazo está desligado de cualquier conexión orgánica realista con un cuerpo; tampoco el colorido de ese fragmento de cuerpo busca dar una sensación de realidad sino que interesa la amplia mancha gris con toques de azul que tiene tras de sí un pequeño fondo terracota y rosa que se revela en los bordes o queda al descubierto con el esgrafiado; por el contrario, a nuestra izquierda los dedos son ahora color terracota con trazos rosa, para contrastar con la aureola que más arriba rodea las flores y que aquí se tiñe de un gris azulado próximo al del brazo. El fondo amarillo, que deja trasparentar muchas veces unos azules que están más atrás, sirve, ante todo, para acercarnos el conjunto de flores y tallos, violentamente lanzado al primer plano. Porque, en realidad, todos lo dicho acerca del brazo o de la mano son apenas pequeños detalles que vemos más tarde: lo que se nos impone es el ramo de flores con su intensidad de trazos y de colores. Flores y tallos que en ningún caso corresponden al mundo de la botánica sino que se mueven enteramente en el campo del arte. Son manchas libres de color, contrastadas para enriquecer el conjunto y trabajadas en pequeñas parcelas en cada una de las cuales parece crearse una minúscula pintura que se remite a distintas propuestas de vanguardia, desde trazos largos que generan contrastes, pasando por pequeños toques de color, hasta pinceladas que parecen dadas al azar, creando una sensación de movimiento y vitalidad. En el fondo, estas Flores corresponden a ese ámbito poético de Enrique Grau que Marta Traba definía como “un mundo de ensueño y juego”

Biografía del autor

Enrique Grau nació en Ciudad de Panamá, de familia cartagenera, 1920. Aunque siempre afirmó que era básicamente un autodidacta, entre 1940 y 1943, gracias a una beca oficial, estudió en el Art Students League de Nueva York, y entre 1955 y 1956 en la Academia de San Marcos de Florencia. A partir de 1940 cuando, con 20 años de edad, su obra La Mulata recibe una mención de honor en el Primer Salón de Artistas Colombianos, la vida de Grau está definida por la realización permanente de su obra, por las exposiciones y premios que recibe. Entre 1940 y 1960 su obra se aproxima a procesos de abstracción con base en la pervivencia poscubista de posguerra; y que a partir de 1960 la figura humana vuelve a ser predominante, con formas redondeadas, táctiles y sensuales, tanto en la pintura como en la escultura. En 1965 realiza la película María, basada en la novela de Jorge Isaacs, uno de los ejemplos más notables del cine de vanguardia en Colombia. En 1972, en compañía de Alejandro Obregón, emprende la tarea de abrir el Museo de Arte Moderno de Cartagena, institución que preside hasta su muerte. Falleció en Bogotá en 2004.

Carlos Arturo Fernández – Grupo de Teoría e Historia del Arte en Colombia, Universidad de Antioquia