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  • Guillermo Meza Álvarez (1917 – 1997)
  • La Nevada,1962
  • Óleo /Tela
  • 90 x 180 cm
  • icono bandera México​

Reseña

En este paisaje nevado, el artista introduce elementos irreconocibles: magueyes y nieve; uno de aquellos aún vivo y teñido de carmines que simbolizan la vida herida; el otro parece el esqueleto de la planta, la pulpa estrujada. Meza logra efectos novedosos en el manejo de la luz y de la atmósfera, para acentuar el drama.

Biografía del autor

Manifiesta interés por el dibujo y la música desde temprana edad y hacia 1933 ingresa a la Escuela Nocturna para Trabajadores donde estudia pintura con el maestro Santos Balmori, a la vez que continúa con sus aprendizajes musicales. Es Balmori quien lo invita a colaborar en la decoración de varios murales en Morelia. Allí prosigue con sus estudios en la Escuela España-México, fundada para albergar a 500 niños españoles que huyen de la guerra civil. En 1938 regresa a México en precarias condiciones económicas. Trabaja de sastre, mecánico y retocador de fotografías. Dos años después, Diego Rivera lo recibe en su taller y lo recomienda con Inés Amor. En la primera etapa de su producción, sus cuadros aparecen fuertemente influenciados por el surrealismo. En una segunda etapa, el elemento fantasmagórico es más controlado, sugieren un nuevo realismo. Guillermo Meza entiende, con imaginación creadora, que el realismo contemporáneo no puede ser literal, como tampoco podría ser excesiva o abrumadoramente simbólico. Al ligarse más íntimamente con la realidad del pueblo indígena, su temática se relaciona con la magia y la metamorfosis. Logra efectos novedosos en la luz y la atmósfera como un medio para expresar el drama; con el color moldea, forma y crea. Sus conocimientos musicales le permiten incluir en su pintura ricas normas de composición, ritmo y armonía, aspectos que la hacen más comprensible si la vemos y la «escuchamos» como un poema musical elaborado a base de fuertes contrastes y contrapuntos, acorde con las formas, colores y sonidos contrapuestos. La obra pictórica cuenta con una infinita gama de colores, mediante la cual logra ricas variedades de «sonidos» y «silencios» visuales. A partir de un tono dominante, armoniza y complementa la resonancia de las formas y los colores circundantes. La paleta de Guillermo Meza es tan sonora y mágica como su pensamiento, digno complemento de su espíritu creador. Pintura para ser contemplada y comprendida, cuyo contenido oscila entre lo mágico, lo terrible, lo lúdico y lo sensual; pintura de ensoñación y fantasía que la activa concepción de Meza nos entrega como hermosa y rítmica poesía visual. Eminentemente nacionalista, la obra de este artista trasciende por su contenido universal, por su pensamiento y mensaje humano de aceptación positiva al sufrimiento y por su búsqueda constante de la paz. Con la esperanza de crear algo válido por sincero, este artista hace de su oficio un rito del que surgen imágenes nuevas, míticas y eternas ya porque actúan dentro de lo perenne e infinito.